General Juan Lavalle |
“LA VISITA DEL GENERAL LAVALLE”…
El día 12
de octubre de 1945, “a la hora diez y nueve”, falleció en Vergara, doña Severina
Ruiz.-
De acuerdo
al certificado suscrito por Dr. Raúl Filippini, la misma falleció de
“resblandecimiento cerebral” (lo que actualmente equivaldría al “Mal de
Alzheimer”) y atento a lo que escribió en el “Acta de Defunción” el Sr. Juez de
Paz Clerino Z. Correa, era: “del sexo: femenino; de nacionalidad: oriental; de
estado: soltera; de profesión: pensionista y tenía ciento ocho años de
edad”….
Vale decir
que habría nacido en el año 1837 y según sus informaciones- dado que el
documento antedicho no las aporta- dio sus primeros pasos en unos ranchos
cercanos al arroyo Corrales (hoy, límite entre los Departamentos de Treinta y Tres y Cerro Largo) no especificando próximo a que margen.-
Ella, hacía
muchos años que residía en este pago vergarense.-
Tomás Mesa.- |
María Elena Dávila.- |
Lo hacía, en un
rancho largo, de terrón y paja, situado en la esquina de las calles Río Negro y
Avenida de los Treinta y Tres, bastante cerca del que en la década de 1960, con
la “cumbrera arqueada” y las puertas de lapacho, ocupaba la pareja de mestizos
guaraníes: María Elena Dávila (que era partera, curandera y muy amiga del
Dr. Silvio Bellistri) y Tomás Mesa (que era tropero de
confianza y casero de Antonio da Silva, cuando las circunstancias lo requerían).-
Ése lugar
en cuestión, está circunscripto en el interior del llamado barrio “Braulio
Silvera”. Que comenzó a gestarse en el año 1912, sobre solares que eran
propiedad del antedicho señor, del cual se puede decir: que estaba entre los
primeros pobladores de “El Parao”; tenía parentesco con el brasilero estanciero
Bernardo Silvera (primer comprador de solares en abril de 1891); se había
casado con Adriana Olivera y desempeñó las tareas de Teniente Alcalde del
distrito, Presidente del primer Concejo Municipal instituido en 1906, hasta llegar a las de comerciante y adquirente de los derechos de la lotería de cartón, en sus
últimos años.-
Por su
parte, doña Servanda Ruiz, había formado pareja con el italiano quintero Ángel
Tomás Marolta (quien era propietario del solar antedicho y conocido
entre los vecinos de la época por: “El Maroto”).-
De él se
comenta, que a resultas de una paliza que le dieron por andar de “chancho
negro” y asustar unas menores, murió en el Hospital de Treinta y Tres, un día 7
de agosto de 1925, cuando ya pisaba el umbral de los 80 años de edad.-
Después de
esto, viviendo de una modesta pensión que le habían conseguido vecinos
caritativos y políticos influyentes, su pareja, quedó en el rancho en compañía
de un muchacho que había criado, el que le hacía “los mandados” y trabajaba en
las “changas” que salieran, mientras ella hacia las tareas domésticas que
podía, visitaba los vecinos y en las tardecitas se congregaba con doña
Eustaquia Fernández de Larronda, para tomar mate dulce y rezar el “Santo
Rosario”.-
Así fue que
una tarde de esas lejana en el tiempo y coloreada por el rojo moribundo del
crepúsculo, contó en rueda que una vez, había escuchado de boca de sus
progenitores, que hasta el rancho que ocupaban, una noche de setiembre, había
llegado un militar tirando a hombre maduro, algo rubio, de ojos celestes, de buena presencia, con
la barba que terminaba en forma de “pera” y al que se le dificultaba andar a
caballo, porque venía herido en una pierna.-
Lo
acompañaban otros hombres que portaban divisas coloradas, armados en su mayoría
con lanzas y cuchillos atravesados en las cinturas.-
“Pidió
posada” y los dueños de casa, no se la negaron e incluso la madre de doña
Servanda, al ver que venía herido, se le ofreció para tratarle la herida,
recurriendo a la ciencia de la época basada en yuyos, en “agua fría” y en
“emplastos”.-
No era
difícil adivinar, que su mirada trasuntaba el cansancio de muchas leguas y sus
ojos que escrutaban todos los movimientos que hacían los de la casa,
demostraban el nerviosismo ineludible, de los que se sienten perseguidos.-
Mientras
los acompañantes se ubicaban alertas a cualquier movimiento, buscando el cobijo
del monte y no muy lejos del rancho, el barbado militar, les encargó al padre y
a la madre de doña Servanda, que no fueran a delatar su presencia, diciéndoles
que la herida que presentaba, era producto de una batalla que había sostenido
dos días antes.-
Ellos, no
preguntaron nada, más allá de la conversación común que se mantiene con las
visitas imprevistas en cualquier casa de campaña.-
Pero tres
días después, cuando el rubio de ojos celestes se sintió más repuesto, pidió a uno de sus
hombres, que le trajera el caballo para continuar el camino.-
Antes de
montar agradeció gentilmente los servicios prestados y al tender la diestra a
los dueños de casa, los miró a los ojos y les dijo sin levantar la voz: “Soy
el General argentino Juan Lavalle”….
Después
montó con cierta dificultad todavía, se puso al frente de sus hombres, emitió
una orden y al “trote largo” descorrieron el velo de la noche y se marcharon
con rumbo desconocido.-
Indudablemente
que los progenitores de doña Servanda, no sabían quien era el General Lavalle.-
Pero no fue
poca cosa que se les grabara para siempre, el hecho y los datos de aquel militar
totalmente desconocido, para ellos.-
En las
largas veladas hogareñas, se lo contaron a su hija y ésta, que también
desconocía los intrincados y casi laberínticos senderos de la historia del
Uruguay, un día de esos, también lo comentó en la rueda de mate dulce y “Santo
Rosario”, que se formaba en el entonces rancho de doña Eustaquia Fernández de Larronda, bien cerca de la calle que cruza, por el actual cementerio de Vergara.-
Por ella se
supo, que el General Lavalle, unitario argentino, aliado al General Fructuoso
Rivera, que desde 1830 se encontraba exiliado en Uruguay, que lo estaría hasta el año 1839 más o menos, en que decide invadir "Entre Ríos" (Argentina) y que fue testigo directo de la “Matanza de Salsipuedes” en abril de 1831, había estado oculto
en un rancho cercano al arroyo Corrales, mientras trataba su herida y pugnaba por reorganizarse,
después de la batalla de “Carpintería”, registrada el día 19 de setiembre de
1836, en el Departamento de Durazno.-
Un sitio histórico, donde nacieron
las divisas de los blancos y de los colorados. Donde a Rivera le tocó perder la
batalla y disperso con varios de sus seguidores, se marcharon hacia el Brasil,
donde sabían que los protegía por conveniencia, el General Bento Gonçalves da Silva.-
Nunca lo supo doña Servanda Ruiz, que Lavalle, por parte del abuelo paterno era
descendiente directo del conquistador de México: Hernán Cortés. Que por parte
de la abuela materna, le llegaba la aristocracia francesa de los “Condes de La Vallée ” (de ahí su apellido
“Lavalle”) y que en su conciencia pesaba cada vez más, el fusilamiento del
caudillo federal Coronel Manuel Dorrego, llevado a cabo el día 13 de diciembre
de 1828.-
Y tampoco lo supo doña Servanda, que el sanguinario, aristocrático y desdichado
militar, huyendo hacia “San Salvador de Jujuy” (Argentina), acompañado de unos
pocos leales y de una amante que se llamaba Damasita Boedo, murió por
casualidad, un 9 de octubre de 1841, cuando la bala disparada por un soldado
federal a través de una puerta, le atravesó la garganta y lo mató casi que instantáneamente, en el
zaguán de la casa donde uno de su mismo partido, le había dado para alojarse transitoriamente.-
Marcha hacia Potosí, cargando el cadáver del General Lavalle, sobre un caballo blanco.- |
Tras la
huida forzada de oficiales y soldados unitarios por la "Quebrada de Humauaca", llevando el cuerpo del General hacia Potosí (Bolivia), ya que de antemano sabían lo que le esperaba si los federales se hacían de él, sus restos, que en tierra argentina ya habían sido separados en secciones y que tempranamente fueron inhumados en Bolivia, recién pudieron retornar al
“Cementerio de la Recolecta ”
(Buenos Aires- Argentina) un día 19 de enero de 1860.-
Es decir,
cuando doña Servanda Ruiz, era una joven de 23 años de edad; ya existía la "Villa de los Treinta y Tres" (donde luego transcurriría su adolescencia y juventud) e incluso a esta localidad, le faltaba un mes y veintiún
días, para cumplir sus 7 años de existencia documentada.-
Urna con los restos de Lavalle en el "Cementerio de la Recolecta" (Buenos Aires- Argentina).- |
(Fuentes:
Escuchado a Luis Larronda Fernández, quien a la fecha reside en Vergara, con 85
años de edad y ampliado con apuntes tomados de Internet y del libro “Sangre y
Barro” del Profesor Leonardo Borges).-
Texto:
Jorge Muniz.-
Vergara, 7
de enero del 2016.-
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