UN TIGRE Y EL PERDIZ…..
Don José Francisco (Larrosa) hacía 15 años que explotaba ganadería de la zona y cuando necesitaba animales gordos los conseguía en la barra del arroyo Sarandí (Grande) al costado izquierdo del Potrero de los Toros.-
Fue uno de los ganaderos progresistas orientales. Se asoció con don Honorio (se refiere al brasileiro Honório Luíz da Silva, con quien tuvo una “charqueada”) y alrededor del hogar hizo una granja moderna, no faltaban árboles frutales existentes en el país, del viñedo el vino era exquisito, el naranjal obsequiaba a muchos hogares pobres y el dulce de membrillo, abundaba.-
Fue de los primeros en adquirir toros de raza, construyó una casa de material, donde sus hijos don Prudencio y don Toribio, fueron los pulperos.-
El encargado de recorrer ese enmarañado campo llamado el Potrero de los Toros, era su pariente Pedro Posada, al que le llamaba la atención que periódicamente encontraba reses devoradas por animales carnívoros y pensaba dubitativamente, si serían jabalíes, perros cimarrones, tigres o leones montaraces.-
Una mañana sobre el riacho existente al costado dela Laguna Merín , sintió
que sus perros ladraban agresivos a un animal, lo alertó el grito dolorido de
uno de ellos y enseguida su quejido lastimero.-
Con el facón listo para actuar, trepó por encima del tupido ramaje de los sarandíes abriéndose paso, cortando las ramas que le impedían avanzar, llegó al lugar donde los perros babeantes seguían enfurecidos.-
Desesperado miró en derredor, no encontró por donde escapar del eminente peligro, los perros con su presencia atacaban ferozmente al felino, pero éste a zarpazos los alejaba, los valerosos canes arremetían sin resultados positivos. Don Pedro, se serenó y optó por atacar al tigre, chumbó a sus canes los que valientemente trataron de dentellar al peligroso animal y tuvo la suerte que el felino al apresar a su perra dejara libre su pecho, y con empuje certero ensartó su facón directo al corazón del tigre.-
Muerto el tigre le cortó la cabeza, la que por muchos años posó sobre el escritorio de don Plácido (Rosas) y su cuero le sirvió de alfombra.-
Miró por encima del muerto haciala Laguna Merín y vio
una claridad, abrió una angosta picada hacia delante y descubrió un hermoso
campo, a ese potrero sin alambrado se le llama hoy, El Perdiz (nombre que tomó
a raíz de la muerte de un desertor portugués en el año 1781).-
Un conocido contrabandista, afirmaba: “De mi lancha bajaba ahí para abastecerme de carne gorda”.-
(Extractado del libro: “Narraciones de Patriarcas Orientales”)
Prof. José Rosas Larrosa
Febrero de 1983
Copia: Jorge Muniz.-
Vergara, 3 de enero del 2017.-
Don José Francisco (Larrosa) hacía 15 años que explotaba ganadería de la zona y cuando necesitaba animales gordos los conseguía en la barra del arroyo Sarandí (Grande) al costado izquierdo del Potrero de los Toros.-
Fue uno de los ganaderos progresistas orientales. Se asoció con don Honorio (se refiere al brasileiro Honório Luíz da Silva, con quien tuvo una “charqueada”) y alrededor del hogar hizo una granja moderna, no faltaban árboles frutales existentes en el país, del viñedo el vino era exquisito, el naranjal obsequiaba a muchos hogares pobres y el dulce de membrillo, abundaba.-
Fue de los primeros en adquirir toros de raza, construyó una casa de material, donde sus hijos don Prudencio y don Toribio, fueron los pulperos.-
El encargado de recorrer ese enmarañado campo llamado el Potrero de los Toros, era su pariente Pedro Posada, al que le llamaba la atención que periódicamente encontraba reses devoradas por animales carnívoros y pensaba dubitativamente, si serían jabalíes, perros cimarrones, tigres o leones montaraces.-
Una mañana sobre el riacho existente al costado de
Con el facón listo para actuar, trepó por encima del tupido ramaje de los sarandíes abriéndose paso, cortando las ramas que le impedían avanzar, llegó al lugar donde los perros babeantes seguían enfurecidos.-
Desesperado miró en derredor, no encontró por donde escapar del eminente peligro, los perros con su presencia atacaban ferozmente al felino, pero éste a zarpazos los alejaba, los valerosos canes arremetían sin resultados positivos. Don Pedro, se serenó y optó por atacar al tigre, chumbó a sus canes los que valientemente trataron de dentellar al peligroso animal y tuvo la suerte que el felino al apresar a su perra dejara libre su pecho, y con empuje certero ensartó su facón directo al corazón del tigre.-
Muerto el tigre le cortó la cabeza, la que por muchos años posó sobre el escritorio de don Plácido (Rosas) y su cuero le sirvió de alfombra.-
Miró por encima del muerto hacia
Un conocido contrabandista, afirmaba: “De mi lancha bajaba ahí para abastecerme de carne gorda”.-
(Extractado del libro: “Narraciones de Patriarcas Orientales”)
Prof. José Rosas Larrosa
Febrero de 1983
Copia: Jorge Muniz.-
Vergara, 3 de enero del 2017.-
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