Fue en
pleno mes de enero del año 1935.-
Basilio
Muñoz, caudillo blanco independiente, nacido en Cerro Largo, una vez más se
había levantado en armas contra el gobierno. Esta vez, contra la dictadura que
desde el día 31 de marzo de 1933, había impuesto el Dr. Gabriel Terra.-
Por los
campos y poblaciones del Uruguay profundo, otra vez como en los viejos tiempos,
los leales a Muñoz, emulaban el llamado de los clarines, aceitaban armas,
componían aperos y caballos y templaban los corajes, en las rojizas fraguas de
los crepúsculos de fuego.-
Los
rumores, corrían presurosos de fogón en fogón.-
Y bastaba
un largo y repicado relincho, para que el mundo rural se pusiera en alerta.-
“La
perrada” atropellaba campo afuera espantando quien sabe que misterios de la
noche. Mientras los ojos avizores de los gauchos, taladraban las sombras
buscándole una explicación que no llegaba nunca.-
En la casa
de los Arismendi (Asdrúbal, “Perico” y Amadeo), descendientes de Ascensión (el
vasco, que había sido socio de Juan Pedro Ramirez) en una rinconada del
Tacuarí, no muy lejos del mítico “Paso del Dragón”, pero del lado de Treinta y
Tres, cuatro hombres armados, rodeaban la luz mortecina de un fogón campero.-
Hablaban
casi en silencio, acerca del levantamiento de Basilio.-
Desviraban
tientos sutiles de otras revoluciones contra el gobierno, tenían centinelas
apostados en lugares estratégicos y mientras la prosa discurría entre mate y
mate, el fogón parecía desperezarse, circunvalado por una llanta de carreta.-
Los datos
viajaban de un lado para otro, con el mismo tiempo de un trote chasquero.-
Se decía
que el vecino Saturno Irureta Goyena, el dueño de “La Teja Vieja ”, se había
levantado con armas y gente, del lado de la revolución. Que Basilio Antúnez,
andaba por los campos de Cerro Largo insubordinando el gauchaje contra el
gobierno. Que en las Costas del Sarandí Grande, Luis Padula y su hermano
Viterbo, habían encerrado un lote grande de caballos, mientras mantenían en la
estancia, gente armada y dispuesta a pelear si era necesario….Aunque en
contraposición a todo esto, soldados del Octavo de Caballería de Melo, también
habían salido para campaña con sus caballos, sus capotes verdes y sus
pertrechos de guerra…..
En eso
estaban cuando escucharon el galope de un caballo, que venía hacia el mismo
sitio donde se encontraban.-
Los grillos
enfundaron sus instrumentos, los “bichitos de luz” apagaron sus faroles por un
momento y “la perrada” de la estancia, atropelló ladrando…
Era uno de
los “bomberos” (como le llamaban los paisanos de otro tiempo), que en lugar de
venir a dar “parte” de movimientos de soldados, de revolucionarios o de
caballos, echó pie a tierra para comunicarles que en una zona escondida del
monte, un árbol, al parecer un coronilla ardía y crepitaba en toda su
extensión, bajo un extraña aureola de fuego.-
Los ojos
del que venía, parecían escaparse de las órbitas mientras detallaba el suceso.-
- Y es el
único qui arde, ninguno más- repetía una
y otra vez….
Salieron cocina
afuera y al mirar en la dirección que indicaba la mano derecha del que había
traído la noticia, pudieron ver azorados aquella misteriosa y significativa
aureola de fuego.-
Un moreno
que se contaba entre los cuatro que estaban en la cocina de la estancia,
cigarro de chala en la boca, bombachas gastadas y alpargatas bigotudas, dijo: -
Pa mí, nada d`eso es nuevo….Munchas noches he visto esi árbol arder así mesmo.
Desde la copa hasta la ráiz, como si tuviera abrasao por el juego….Y me he
cayao la boca porque los viejos di antes decían, que eso es el mesmo diablo que
anda campiando las cosas en la tierra. Y que de lejo hasta puede sentirse la
carcajada del malino, porque se réi y gargantea de los crestianos que le tienen
miedo….
Pitó hondo,
“mascó” el tabaco y desenvainó el facón que llevaba en la cintura. Le tanteó el
filo, lo hizo viborear en el aire y antes que los otros pudieran decir algo,
dijo en tono desafiante:- Pero yo no tengo miedo, carajo! Mi madre no me crió
con leche emprestada... Viá a dir a descubrir qui es eso de una vez por
todas!!.... Solo, les viá pedir algo, porque no creo que guelva vivo. Qué si
saben rezar, recen y que encomienden mi alma al Criador!
Dicho esto,
envainó nuevamente el arma, montó en pelo su caballo tordillo y salió abriendo
la noche, densa y pegajosa de aquel enero lleno de sucesos….
Fue la
última vez que lo vieron.-
Después,
escucharon cuando cerraba la portera “de hojas” que da hacia el monte del
Tacuarí, animaba al tordillo con chasquidos de boca y le arrancaba un galope
acompasado.-
Pocos
momentos más y el árbol misterioso se había sumido en la oscuridad….
La noche se
volvió a poblar de cantos de grillos, de farolitos de luciérnagas y de aquel
calor denso y pegajoso que parecía no terminarse.-
El que
había traído la noticia, no quiso retornar a su puesto de vigía.-
Con las
primeras barras del día, la calma retornó a los quehaceres diarios de la
estancia.-
El follaje
se encendió de verde. El canto de los pájaros le puso alas a un nuevo amanecer.
Y el sonido inconfundible del agua cristalina, volvió a unir desde la arisca
geografía, los campos patriarcales de Treinta y Tres y Cerro Largo.-
Pero, ni el
moreno ni el caballo tordillo retornaron jamás, a la querencia….
Fueron a
buscarlo y encontraron las huellas de una pelea reciente, en los alrededores
del coronilla. Éste, no había sido afectado por fuego ninguno y más adelante,
en un túmulo levantado a mano, alguien había hecho una cruz con dos facones….
Por la
empuñadura de guampa y la cruz en “ese”, reconocieron que uno era el facón del
moreno de la estancia.-
Pronto
supieron que a Muñoz, le habían bombardeado gente y caballada, en un rincón del
monte del Río Negro. Que don Saturno, se había dispersado con sus seguidores.
Que Basilio Antúnez se había recluido en una estancia de Cerro Largo y que
Basilio Muñoz, había tenido que exiliarse otra vez, en Santana do Livramento
(Brasil) porque los compañeros lo habían dejado solo y las ideas se le habían
agotado.-
En ese
caso, intuyeron que la revolución estaba perdida, que el Dr. Terra, seguía
nomás al frente del gobierno y que los soldados del Octavo, habían retornado
para el Regimiento de Melo.-
Muchos de
los paisanos de la zona, comentaron que la leyenda no existía y que el hombre
se había ido en el tordillo para el Brasil, con la excusa del árbol en llamas,
pero en realidad, huyendo de la guerra que la suponía bastante cerca…
Otros,
decían sin embargo, que se había trenzado a facón con el mismo diablo en un
singular duelo criollo. Y que era muy probable que lo hubiera dejado malherido
y fuera de combate, con un lote de hachazos desparramados por el cuerpo….
Porque
sabían que el hombre de color era corajudo, que era diestro en el uso de las
armas blancas y que a partir de ese día, nunca más lo vieron al coronilla,
prenderse fuego!.....
(Escuchado
a Luis Larronda Fernández, en Vergara).-
Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 19 de noviembre del 2016.-
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