Vergara, 10 de marzo del 2013.-
Señoras, Señores:
“Ad maiorem Dei
Gloriam” escrito en latín y atribuido a San Ignacio de Loyola, en el idioma
español significa textualmente: “A la mayor gloria de Dios”….
Ese, era el lema de José Joaquin Manuel Eloy Arrospide
Echeverría, quien había nacido un 25 de junio de 1862 en Tolosa, región de
Guipúzcoa, en España.-
Llegó al Uruguay, siendo niño. Cursó estudios en el
Seminario de Montevideo, en el Colegio Pío Latinoamericano y en la Universidad
Pontificia Gregoriana de Roma, haciéndose Sacerdote, en el
año 1890.-
En 1893, estaba en Pando. Y a partir de 1898, durante 25
años ininterrumpidos ejerció los servicios religiosos en la Parroquia de San Pedro
del Durazno.-
Nombrado Obispo de Melo el día 21 de julio de 1922, fue
ordenado como tal, el día 25 de febrero de 1923 en Durazno, siendo su ordenante
el Arzobispo de Montevideo, Juan Francisco Aragone.-
Fue un gran misionero. Un esforzado apóstol. Un siervo de
Dios que vivió siempre a la luz de una profunda fe cristiana y a la par, de
renovadas y entusiastas virtudes evangélicas.-
Le llamaron “El Obispo Párroco”. Porque muchas veces suplió
en la función, a los sacerdotes que se ausentaban temporalmente de las Parroquias.-
Durante su obispado restauró la Catedral de “Nuestra
Señora del Pilar y San Rafael”, en Melo y además, creó entre varias más, las
Parroquias de: Fray Marcos, Casupá y San Gregorio de Polanco.-
Falleció en Melo, un 18 de abril del año 1928.-
Exactamente, el día 29 de setiembre de 1923, en horas
tempranas de la tarde, junto al Presbítero Pedro Alvarez y numerosa
concurrencia del Pueblo de Vergara y sus aledaños, Monseñor Arrospide, plantó
una cruz en este mismo sitio, donde hoy nos vemos reunidos.-
Fue un sencillo testimonio, que dejó la misión pastoral que
encabezaba el Obispo. En el afán de instruir, educar y estimular la fe
católica. Y esa humilde cruz, construida en madera de lapacho por artesanos
anónimos, colocada sobre un pequeño pedestal de hormigón, se mantuvo erguida,
silenciosa y en pie, durante muchos años.-
Fue una referencia geográfica para el Pueblo y un motivo más
de devoción, para la feligresía católica.-
Pero además, fue un impasible testigo que vio forjar
tiempos, memorias y generaciones. Mientras la comunidad vergarense tomaba
forma, robustecía cimientos de esperanzas y adquiría en forma paulatina, su
verdadera identidad regional.-
Sin duda que también fue arte y parte, de las leyendas
vergarenses. Y un recuerdo imborrable para aquellos que de niños y en la década
de 1960, corríamos detrás de una pelota de fútbol, en el campito de la “Cruz
Alta”. O en calidad de adolescentes y liceales, practicábamos atletismo con el
Profesor Eduardo García.-
La propia vejez de esa cruz y los efectos adversos del
clima, hace unos años atrás la dieron por tierra.-
Ya no está más, la vieja estructura de madera de lapacho….
En su lugar, manos jóvenes y luchadoras, mentes idealistas y
constructivas, han plantado una nueva cruz. Que como aquella de 1923, renueva
preceptos de dignidad, de altruismo, de respeto y de tolerancia, en la búsqueda
del ser humano consigo mismo.-
Hoy, a 110 años de la creación del Pueblo de Vergara, historia
y religión, están junto al misterio de la cruz. Comparten su tiempo, conjugan
ideas y se ayudan mutuamente, para transitar sin prisa y sin pausa, el duro camino
de la existencia terrenal.-
MUCHAS GRACIAS.-
(Leído por el autor ante el público presente en la
reinauguración de la “Nueva Cruz Alta” de Vergara, en la fecha arriba
indicada).-
Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 22 de noviembre del 2016.-
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