MEMORIA….DISTANCIA….Y RECUERDO….
PARAJE
“EL ALEGRE”
El sol, derramaba su oro líquido y era apacible aquella
mañanita de octubre.-
Por el viejo camino de tierra, que deja atrás los aledaños
del Corrales del Parao, lleno de ruidos, polvareda y barquinazos de ocasión, se
desplazaba hacia el Oeste, un carro de cuatro ruedas, provisto de “martinica” y
tirado por siete caballos.-
El paisaje campesino exhalaba su primavera. Reverdecían los
campos, el cielo desnudaba su añil
intenso y una leve brisa, jugaba con las hojas de los árboles.-
No lejos de allí, los pájaros ensayaban una agreste
sinfonía. Mientras un leve curso de agua que discurría entre piedras y arbustos,
les otorgaba su cristalina partitura fluvial.-
Más adelante, un paisano de regular estatura, sombrero negro
con las alas caídas, poncho de verano y bombachas con remiendos, recorría
campos, al trote corto de una petisa gateada. Calzaba alpargatas “Rueda”,
desteñidas y bigotudas y hablaba a los gritos como los viejos aradores con
bueyes. En la mano derecha, llevaba un
arreador de cabo de membrillero, con trenza y zotera correspondiente. Una faca
atravesada en la cintura y un cuzco negro y blanco, que trotaba al costado de
la yegua. Era el típico paisano de una época, que recorría los campos, sin apuro
ninguno. Observador por naturaleza, compañero inseparable de la soledad y
baquiano de las distancias, por su propia intuición. Tan humilde, tan gaucho, tan
hijo de la tierra que pisaba, como el aperito cantor sobre el cual iba
enhorquetado.-
Escuela Nro. 14- Paraje "El Alegre" |
Era un siete-oficios de la campaña oriental. Tropeaba,
alambraba, domaba caballos, tenía chacra, esquilaba, cortaba paja, peonaba en
las estancias y se defendía como compositor de parejeros.-
Había construido su rancho, de terrón y paja con piso de
cupí. Casado con Eulogia Melgarejo (una
mujer aindiada, cabello azabache, piernas cambadas, preguntona a más no poder),
ya tenía al menos dos hijos (Santos, casado con Petrona Batalla, progenitores
de: María Cristina Pereira Batalla y Froilán, que era soltero) que lo ayudaban
en la chacra y en otras tareas y dos más que eran chicos y que jineteaban ramas
en la vuelta del rancho, como si estuvieran jineteando caballos.-
Tenía fama de hombre honrado, cumplidor y buen vecino. Era reconocido por su caballo malacara de nombre
“Varón” y su perro, denominado “Amigo”. Y contra su voluntad, poco tiempo después cobraría la vida, de un
guapo de ocasión, que se le fue la mano y le propinó unos “arreadorazos” por la
cabeza. La respuesta de su faca filosa y relampagueante no se hizo esperar….
El cementerio de Vergara, ganó otro muerto y la Sub Comisaría de “El Oro”
guardó un preso, en uno de sus calabozos. Porque Santos, luego de acaecido el
hecho y al ver que su contrincante estaba muerto, se presentó en dicha
dependencia policial, al galope tendido de su petisa gateada.-
En contraposición de éste, quien conducía el carro
antedicho, era otro paisano más. Alto, flaco, sombrero aludo, vestía chiripá y
calzaba tamangos de cuero. Según su propio testimonio y a pesar del inicio de
los primeros calores de octubre, usaba por debajo de sus ropas habituales,
camiseta de manga larga y calzoncillo de punto….Porque aseguraba que: “lo que
espanta el frío, espanta la calor tamién”…
Era, ni más ni menos que Doroteo Alza. Pero todo el mundo,
lo conocía por el seudónimo de “El Teco” y nada más.-
Honesto y trabajador, con la cara tapada de barba y nacido
en las estribaciones de la
Cuchilla de Dionisio, conocía mucho de soles, de paisajes y de
caminos. Era un carrero de la campaña oriental, que no le hacía cara de asco a nada
ni a nadie. Cuentan los más viejos que en un enero distante, lo vieron arribar a
la zona de “El Alegre”, bajo un solazo tremendo, cubierto con “un patria” de
bayeta colorada.- Tenía una novia, que vivía en el caserío de “El Oro” y cuando
entraba a prosear duro y parejo, los recuerdos primor diales eran para “su
gaucha” y para aquel potranco zaino malacara “que era una preciosidá” y que se
le había muerto atrapado en un tembladeral.-
Todos los años, organizaba una rifa de caballos y pugnaba
por ver una penca de “tiro largo”, donde hubiera pingos lustrosos, plata en
abundancia y estancieros panzones. Tan larga en distancia, que la imaginaba
como desde la ciudad de Treinta y Tres, hasta el Pueblo de la Charqueada.- Unos
sesenta kilómetros más o menos….
Pero más allá de estos hombres mencionados, que con su sola
presencia describían una época y una generación que parpadeaba en el tiempo hasta
volverse crepúsculo en el horizonte, había una leyenda viviente, que luchaba,
que forjaba, que persistía…. Era un caserío agreste y apacible, donde casi
todos eran parientes, se llamaban de “compadres” o de “comadres”, era algo
cotidiano que hablaran el “portunhol” y conformaban un paraje en común: “El Alegre”.-
EL RANCHERÍO DENOMINADO “PUEBLITO”…
Transcurrían los inicios de la década de 1930 y nueve
ranchos, ubicados en dirección Este, en la margen derecha de un cañadón que
apunta hacia donde hoy está enclavada la vía férrea Treinta y Tres- Río Branco,
sin llegar a desaguar en el arroyo Corrales del Parao, conformaban el centro
neurálgico del “Pueblo El Alegre”. Allí
vivían sin contar hijos e hijas, los matrimonios de: Julián Mariño Caraballo y
María Magdalena Marichal; “Cafoy” Pereira (cuyo nombre de pila, era Primitivo)
y Petrona Caballero; Urbano Batalla y Segunda Silvera; Pilar Indalecio
Fernández y Anita Núñez; Ramón Cuello Das Neves y Quintina Oxley; Santos
Pereira y Eulogia Melgarejo Olmos; Gil Techera y Albertina Becerra; Eusebio
Sequeira y Sofía Fagúndez y Francisco Sequeira y María Cuello.- Del otro lado
del cañadón, en la margen derecha, dos ranchos más, coronaban un pequeño
promontorio. En ellos vivían: Diego Pereira y Margarita Silvera; Salvador
Silvera y Nolberta Fernández.- Y siguiendo en dirección Sudeste, muy cerca de
la margen derecha del Corrales del Parao, estaba el rancho de Claro Melgarejo
Olmos y Ana Barreto. Desde allí, a partir del año 1936, se divisaría nítidamente
la Estación de AFE “Bañado de
Oro” y por consiguiente, la antigua estancia que fuera del General Basilisio
Saravia.-
Retrocediendo hacia el Este, próximo a la estancia de Isidro
Mederos, distante unos dos kilómetros del arroyo Corrales del Parao y de dos
tramos de puentes de la vía férrea, habían otros dos ranchos más, en los cuales
moraban: Felipe Mariño Marichal y Clotilde Cardozo; Beltoldo Fernández y
Conversión Melgarejo Olmos; y unos metros más atrás de esas construcciones
aludidas, estaban: Calasán López y su esposa Nicomedes Téliz.- Lo que
totalizaba 15 viviendas, en una superficie de 295 hectáreas ,
aproximadamente y unas 70 personas más o menos entre adultos, jóvenes y niños.-
Desde la Ruta
18, tramo Treinta y Tres – Vergara, se llegaba hasta el paraje aludido,
ingresando en dirección Este, por un camino vecinal que se inicia en el km. 328,
de esa arteria de tránsito. También se llegaba, por el camino que pasa por el
cementerio de Vergara, dejando atrás la Cañada Grande y cubriendo unos 22 kilómetros de
distancia. O también, por el tramo de vía férrea Treinta y Tres- Río Branco,
tras descender en la Parada
381.-
Viniendo desde la ruta 18, antes de ingresar a “El Alegre” a
la izquierda, estaban los vecinos: Tomás Basilicio Barrios Sosa y Petrona Antonia Aparicio. Unos 300 metros más adelante,
volcándose a la derecha, estaban: Basilicio Teófilo Cuello Das Neves y Ana Orfilia
González y un poco más abajo en dirección Sur, se ubicaba Siro Severo Cháves
Font, quien ocupaba parte de los campos que pertenecían a la Sucesión de su padre, don
Toribio Cháves.-
Había vecinos en el paraje “La Totora ”, como: Juan Vaz y
Juana Gabriel; Genaro Teodoro Vaz
Gabriel y Dominga Mandián de Freytas; Bernardino Vaz Gabriel y Elodina
Melgarejo; Juan Obiaga y María José Trelles Ramagli. Y había más vecinos
todavía, hacia el Noreste, empezando por la Costa de Corrales, donde estaba Isidro Mederos y
familia; Juan Rodriguez, conocido por “Juan González”, Antonio da Silva e Hilda
Larronda Fernández; y Amaro Dominguez y familia. Luego seguía el paraje
conocido por “Cañada Grande”. Cuyo caserío (antiguo poblado “San Juan”) ya lo
mencionaba el periodista Paseyro y Monegal, en una redacción del mes de
noviembre del año 1903, y era una de las
tantas ranchadas que tenía a su cuidado, el Comisario Segundo Oxley Arrillaga.-
Mezclados en y con el tiempo, allí estuvieron: Hilario
Barrios y Lorenza Sosa; Artigas Barrios (que era soltero); Bairo Barrios y
Claudia Sequeira; Clodomiro Félix Barrios y Orfelina Cuello; Carlos Borromeo
Cuello y Bernardina Silvera; Máximo Sequeira y Bernardina Cuello; Lorenzo Sosa
y Ana Prigue; Juan Pedro Sosa y Juana de Liz Cuello; Miguel Cerrillo y Cecilia
Cuello; Amado Cuello y Nelly Santos; Casio Vergara e Ignacia Aparicio; Cirilo
Etanislao Aparicio y Visitación Techera; Florentino Rodriguez; Elbio Cháves
Font; Braulio Peña y María Silva; los hermanos: Arambillete- Melgarejo; las
hermanas Brinkerhoff- Machado y Francisco Cuello y Mercedes Loyarte.…. Y aun…
más atrás en el tiempo: Damasio Martínez; Sucesión Ramos; Basilio Pimienta (que
era militar y persona de extrema confianza del General Basilisio Saravia); Rudecindo
Ituarte y María Daguerre; Antonio Sierra; Basilio Correa y Dolores Acosta;
Mateo Viera y Juana Correa; Enrique Prigue y Fidela Viera; Juvenal Fabeiro;
Elisa Furest de Carriquiri; Donato y Bonifacio Batalla y Celina Cháves de
Aguirre….
EL
POR QUÉ DE SU NOMBRE….
Nadie recuerda en que fecha se inició el caserío. Quizás
alrededor del año 1927, aproximadamente.
Y sobre campos que según los informantes eran considerados “realengos” y que la
“gente antigua”, les llamaba “el campo de los Melgarejo”….
Ahora veremos, que tenían bastante razón en considerarlos
así……
Tras paciente búsqueda en escrituras cedidas gentilmente por
propietarios ganaderos de la zona, se concluyó que esas 295 hectáreas de
campo sobre las cuales se desparramaba el rancherío tenían como lejana
propietaria del día 31 de octubre de 1863, a la señora Feliciana
Méndez de Olmos.-
Posteriormente, el día 5 de diciembre de 1884, se constata
que los campos pasan a ser propiedad Ramón Olmos Méndez, quien
estaba casado con la Sra. Fausta
Aguilera.-
Obvio, que los obtuvo por herencia de su señora madre:
Feliciana Méndez.-
El día 20 de mayo de 1891, ante el
fallecimiento de Ramón Olmos, lo hereda su hija, la Sra. Eulogia
Aurora Olmos Aguilera.-
Mientras que sus hermanas: Agustina y Virginia, les tocan
los campos aledaños a dicho paraje.-
Posteriormente, la Sra.
Eulogia
Aurora Olmos Aguilera, casa con el Sr. Manuel Melgarejo
y se puede deducir que de ese matrimonio surgieron: Juan Pedro, María Isabel, Flora,
Petrona, Claro y Conversión Melgarejo Olmos…
De ahí que algunos años después y al ocurrir muertes en las
familias cuyas sucesiones ni siquiera fueron liquidadas, todo el mundo comenzó
a llamarle “el campo de los Melgarejo” y en realidad se convirtieron en
tierras abiertas y “realengas”…….
Ni cortos ni perezosos, zafreros de la zona, comenzaron a
edificar por su cuenta y a traer a sus familias. Algunas de ellas numerosas,
como la de Salvador Silvera y Nolberta Fernández, compuesta por más de diez hijos…
En cuanto al nombre de “El Alegre” lo ganó, porque casi todos
los fines de semana (a excepción del mal tiempo), había bailes con las
guitarras de Juan Vaz, de Basilicio Cuello (que a veces ponía una ortofónica
con discos de pasta) y el acordeón de dos hileras, de Beltoldo Fernández.-
Ocasionalmente, llegaban desde Vergara, Nilo Bonilla, con su
flauta dulce, Rosendo Pereira con el violín y Domingo Olive y José María Silva,
con sus guitarras.-
Los bailes se realizaban en los galpones de: Basilicio
Cuello, de “Cafoy” Pereira, de Carlos Cuello (en la “Cañada Grande”) y le
“daban pata”, hasta que las velas ardieran. Y ensillaban los caballos o prendían los
carros para irse, cuando el sol comenzaba a peinar su cabellera rubia, en el
bostezo celeste del horizonte.-
En una oportunidad, hasta Carnaval, festejaron….
Había una sola calle, que atravesaba el medio del campo. No
tenía autoridades que rigieran su vida cotidiana. No tenía carteles indicadores
que anunciaran su presencia. Tenía un antiguo cementerio en campos de Amaro
Domínguez, sobre las Costas del Corrales del Parao. El agua para tomar, para lavar
las ropas y para lavarse, era extraída de cachimbas. Y la luz, estaba
constituida por candiles, velas de sebo o alguna que otra, lámpara a queroseno.
Casi ninguno de los ranchos tenía baño y en ese caso, las necesidades
fisiológicas las cumplían ocultos entre las plantas de tártagos, que existían como
al descuido en sitios preconcebidos…. Sin embargo, había infidelidades amorosas
“a ojos vistos”, los viejos aquellos hablaban “cualquier clase de relajo” y el
paraje, latía, existía y luchaba, en un rincón carente y apartado de la campaña
oriental.-
COSTUMBRES
Y ALGO MÁS….
Los hombres, eran peones de estancia, domadores, chacareros,
troperos, carreros, esquiladores, guasqueros, oleros, monteadores, etc.….
Hacían todos los trabajos que se pudieran concebir en el medio campesino de la
época.-
Constituían aquella generación de gauchos templados y
vigorosos, exponentes de una campaña semi-bárbara, donde varios de ellos habían
visto y experimentado en carne propia, el espiral sangriento de 1904 y el
barullo efímero de 1910. Habían combatido contra las “mangas de langostas
saltonas”. Habían aguantado secas y temporales. Habían escudriñado el cielo con
temor, siguiéndole los pasos al “cometa Halley” (sin saber de que se trataba) y
comentando la predicción de que “el día que la cola de la estrella tocara la
tierra, ésta, se prendía fuego”. Y habían “Velado al angelito”, cuando la difteria
y el tifus, enlutaban los ranchos de la comarca.-
Las mujeres, cuidaban de las casas y de los hijos. Preparaban
las comidas, amasaban, lavaban y planchaban ropas, hacían dulces, fabricaban
jabones caseros, embarraban ranchos, sacudían mazos de pajas, ordeñaban, ayudaban
a carnear y a dar “tomas” de ajenjo o de
hojas de duraznero, para la lombriz de las ovejas.-
Algunas, como la tía Quintina Oxley y doña Nolberta
Fernández, araban la tierra con un “Oliver” chico y en lugar de cincharlo con bueyes, utilizaban
sus propias lecheras, provistas de “cangas”. Ellas conocieron lo que eran las
manceras, los timones, los surcos y las melgas pardas, de una cuadra de largo
por veinte pasos de ancho…. Ellas conocieron lo que implicaba levantarse al
alba y acostarse con la primera estrella…
Sabían “vencer” “el mal de ojos”; “los empachos”; “la
culebrilla” “el pasmo” y “la paletilla cáida”…Eran del tiempo del “tabardiyo”,
“de las carnes quebradas” y de “los ñervos rendidos”. Conocían las propiedades
curativas del unto y sabían del “sudor del hacha” para liquidar “empeines” y
“culebrillas”. Para cada enfermedad, tenían un yuyo en especial. Practicaban
sus propias creencias; sus supersticiones; sus oraciones que solo ellas las
conocían, donde tenían un lugar predominante “San Antonio”, “San Bentos” y “San
Juan”, con su noche de frío, sus macitos bienhechores y sus copiosas fogatas.-
Si por el contrario no daban resultados, esas oraciones,
traían a Mauricia Fernández “La
Tonga ”, desde Vergara, que era “mano-santa” para todo lo que
se propusiera.-
Cuando alguna de las mujeres del rancherío empezaba a salir “de cuidao” (en vías de tener familia), ya
hacía días que andaban en la zona, la morena vieja Isolina Pereira o Cipriana
Rodriguez que eran reconocidas parteras en Vergara.-
Así fue que doña Nolberta Fernández, con 51 años de edad
(alejada de Centros Hospitalarios donde hubiera Médico y equipos especiales),
tuvo a su hijo menor (Evergisto) en el rancho de “El Alegre”. Isolina, le cortó el ombligo. Hizo que la
madre soplara en el pico de una botella para que la placenta saliera más
rápido. Tiró una mano de mortero para abajo
de la cama, con el fin de ahuyentar los “entuertos” y allí, le mostró la luna
al recién nacido, con el consabido mandamiento guaraní:- Luna, lunar….Mira este
niño y déjalo criar….
ESTO ES TAN MÍO, COMO ES SUYO TAMBIÉN…..
Indalecio Fernández, quien en realidad tenía como nombres,
Pilar Indalecio, había levantado su morada, como quien dice “en la curva “que describía
el camino, antes de llegar al “centro” del Pueblo de “El Alegre”.-
Allí tenía su rancho de paja y terrón. Con una pieza con
mostrador de estaño y estantería de madera, constituida pues, en el primer
boliche y expendio de caña blanca, que hubo en el paraje.-
También tenía un carro de cuatro ruedas toldado, con el que
salía a vender por las estancias y ranchos de la zona. Vivía con Visitación
Techera y de esa unión, nacieron dos varones: Magdaleno y Érico.-
Era hermano de Aquiles Fernández, muy conocido en la zona,
por la serie de atribuciones que reunía. Tenía un pedazo de campo en el cual
vivía y trabajaba. Era un hombre huraño, a veces alunado, buen vecino y de
probado coraje personal. Colorado de alma, tan es así que en 1904, había
participado de la revolución, sirviendo en la División Treinta
y Tres, al mando del Coronel Basilisio Saravia.-
Pero además de todo eso y que hasta ahora se sepa, fue el
único hombre que se animó a darle una soba de talero campo afuera, al “Zurdo”
Ramos, que también era colorado y andaba exhibiendo patente de bravo, por toda
la zona de Corrales del Parao.-
-
Junagranputa¡!..Vas a aprender a respetar a los
hombres, carajo ¡!...cuentan que comentaba Aquiles Fernández, mientras Adolfo
Ramos “El Zurdo”, abandonaba de galope tendido el lugar, sin acordarse de que
llevaba revólver y cuchillo en la cintura….
Sin embargo, Indalecio, no era ni huraño ni alunado. Era un
hombre conversador, enamorado, buen negociante y al parecer, bastante tranquilo…
En uno de los viajes mensuales que hacía por la campaña y
habiendo terminado la unión libre que mantuviera con Visitación, llegó hasta “La Calavera ” y tuvo la
suerte de conocerse con Anita Núñez.-
El “flechazo” fue inmediato y cuando retornó para sus lares
de “El Alegre”, Anita, se vino con él en el carro, trayendo los enseres más
elementales.-
Fue un viaje inigualable, repleto de amor y de ternura.
Donde Indalecio no cabía dentro de sí mismo y le parecía mentira, el instante
que estaba viviendo.-
Al llegar a los aledaños del pueblito, la novia preguntó:- Y
dónde es nuestra casa mi amor?...
-
Allí es, mi vida…Y señalaba con el mango del arreador,
unos ranchos a la orilla del camino, que a gatas se sujetaban, con la quincha
despeinada y las paredes carcomidas por los temporales….
-
Ay…Allí es nuestro nidito de amor…Comentaba ella a las
risas. Y hacía planes íntimos, sobre el futuro de ambos. Tiempo después,
terminarían casándose…
Entonces, él la sacó de sus cavilaciones: -Ve mija, todo ese
campo?.....Y tendía la diestra como intentando abarcar aquel verde, festoneado
de chacras….
-Sí, mi amor, veo….Y todo ese campo es suyo?...
-Sí mi vida…Esteee…Pero le viá explicar una cosa...
Ella lo miró atentamente.-
Y él, como que quiso vacilar y salió del paso:- Sabe queee…
ese campo es tan mío…Como es tan suyo, también…mi vida….
En realidad quería decirle a la novia, que él, no tenía
campo ninguno. Y que había poblado allí, porque varios más ya lo habían hecho por
los alrededores, sin que nadie les dijera una sola palabra….
Los pobladores de “El Alegre”, desayunaban café negro con
fariña o en su defecto, el “chocolate de los pobres” (café negro caliente, con
una yema de huevo batida con azúcar) y acompañaban en la medida que podían: con
chicharrones, con pan casero, con choclos o con boniatos asados al rescoldo del
fuego o con galletas “San Ramón”.-
Festejaban cuando había pasteles de “natilla”, buñuelos
azucarados, tortas fritas del tamaño de la sartén o pororó de maíz catete.-
Cocinaban en fogones hechos en el suelo, con las ollas de
fierro que colgaban de las “estrebes” y para cocimientos menores o más rápidos,
utilizaban braseros alimentados a carbón.-
Comían guisos con charque de oveja, ensopados, pucheros,
habas, porotos, facturas de cerdos, pirón con fariña, mazamorra con leche y la
gama de dulces caseros: de higos, de membrillos, de zapallos, de naranjas, de
peras, de tomates, etc.
Hacían café con cáscara de boniatos, después de dejarlas
crocantes sobre la sartén y valiéndose de algún molinillo prestado, para
reducirlas a polvo.-
Para conservar en buen estado la leche de vaca, le ponían
unas cucharadas de fariña, en el recipiente que la contenía. Para sacarle el
mal olor a un mondongo de vaca, lo hervían junto a un marlo. Y si en lugar de
ello era la carne vacuna u ovina que tenía mal olor, la hervían, con un trozo
de galleta dura o con un puñado de malvaviscos.-
Usaban tamangos guascudos, alpargatas de yute, botas de
suela o “pata en el suelo”, simplemente…Y se ponían sus mejores prendas y
ensillaban con los mejores aperos, cuando el armenio Daniel Simonian, iba a
sacarles fotos, con una máquina vetusta de aquellas que tenía que cubrirse la
cabeza y esperar algunos minutos para que el flash disparara.-
A falta de chupetes de goma, cuando los gurises chicos
lloraban mucho, las madres sabían calmar el desatino, con un trozo de dulce de
membrillo en el interior de un pedazo de tela, cocido por la única máquina “Singer”,
con sistema “de bote”, que había en las cercanías. Y que la tenía Petrona Antonia
Aparicio, la esposa de Tomás Basilicio Barrios Sosa.-
Campeó el tifus en algunos de esos ranchos. Pero acudió a
tiempo desde Vergara, el Dr. Raúl Filippini y por ende, no hubo que lamentar
pérdidas.-
Al menos, una vez por mes llegaba el cura Bernardo Zito,
desde la Parroquia
de Vergara a la casa de Juan Vaz, en “La Totora ”. Venía en un charrete, tirado por un
caballo frisón, pelo picazo, acompañado por un morenito, que le ayudaba a dar
la misa y le servía para abrirle y cerrarle las porteras en el camino.-
Bautizaba, confirmaba en la fe y a las parejas que
estuvieran dispuestas, las casaba también.-
En una oportunidad, llegó a bautizar la cantidad de 20
niños, entre varones y mujeres de la zona.-
Cerca de los ranchos que habitaban los tíos, Ramón Cuello y
Quintina Oxley, corre un cañadón rodeado de árboles, que tiene dos pasos
conocidos e increíblemente, su agua es salobre.-
Aclaro que cuando digo tíos, me refiero al parentesco que
nos une, dado que Ramón, era hermano de Adramantino, mi abuelo materno.-
No muy lejos de allí, en dirección Sudeste (rumbo a la
tapera de Claro Melgarejo), aun existe un pozo de agua dulce, forrado a mano,
desde donde extraían agua para varios ranchos aledaños.-
Un mediodía de esos, habían llegado hasta el lugar doña
Nolberta Fernández y su hija Juliana, a sacar agua para llevar para la casa. En
eso estaban, cuando en determinado momento una crucera que acechaba mimetizada
entre los arbustos, mordió a Juliana que se había descalzado, en la región
calcañar.-
Pasado el primer momento de estupor y asombro, doña Nolberta
se hizo de coraje y mató el ofidio a garrotazos por la cabeza. Luego llevó a la
hija, la acostó en su cama y le aplicó sobre la incisión, tabaco negro,
previamente mascado y encima le puso una hojilla de fumar. No pasó nada con la
mordedura y Juliana, curó pronto.-
Es de resaltar que en ese tiempo, la señora aludida estaba
sola con sus hijas en el hogar. Era el año 1942 y su esposo Salvador Silvera,
ya se encontraba trabajando en una chacra del Arrozal 33.-
LOS
PASATIEMPOS DE UNA ÉPOCA…
Lo hombres jugaban a la taba, al truco, al solo, al golfo,
al pife, a la escoba de quince y en el rancho de Cafoy Pereira, muchas veces se
jugó a la lotería de cartón.-
Los niños, tropeaban reses imaginarias, montados en ramas o
palos simulando caballos. Enlazaban cualquier bicho doméstico, con lazos
trenzados por enviras. Jugaban carreras de a pie, descalzos y por una torta
frita. Dibujaban árboles, caballos y casitas, con un trozo de carbón, sobre
algún papel de estraza y pedían “la bendición” del padre o de la madre, cuando
se iban a acostar… Con la adolescencia, les llegaba lentamente la herencia del
trabajo dejada por sus ancestros.-
Las niñas, jugaban con alguna muñeca de trapos y ayudaban a
las madres en lo que podían. Poco tiempo después se iniciaban en las labores
concernientes a su sexo, retomando así irremediablemente, el ciclo vital
heredado de las mayores.-
Y sabían bien, que si por algún motivo se “resbalaban” en
cuestiones de respeto hacia el prójimo o hacia los ascendientes directos, el
arreador de trenza fina y zotera en la punta o la vaina de cuero del cuchillo,
arreglaban el problema enseguida.-
Eran los tiempos de los braseros a carbón, de los fogones
hechos en el suelo, de las calderas hechas de latas con asas de alambres y de
los charques y tocinos, pendiendo de los llamados “caranchos”. Siempre había
algún vecino que todos los inviernos realizaba la faena habitual. Y por lógica,
compartía con los demás habitantes, para que los varales no estuvieran vacíos.-
No había radios para escuchar. Apenas, dos ortofónicas: una
en lo de Basilicio Cuello y la otra, en lo de Carlos Cuello (en la “Cañada Grande”).
Cuando a las mismas se les rompía la púa, requerían los servicios del alemán Paul
Sóder, para que las compusiera nuevamente.-
Las noticias del mundo exterior, las llevaban los troperos o
los carreros que iban y venían trasegando tropas y cargando mercaderías varias.-
Llegaba la carreta con bueyes de Braulio Peña Melgarejo “El
Canario”, que vivía en la zona de la “Cañada Grande”. Y llegaban los carros de
cuatro ruedas, conducidos por: Francisco Sequeira; por los hermanos Raulino y Doroteo Alza “El Teco”
y el del viejo Moreno – a quien apodaban “Gallo”- y que residía en Vergara. A
excepción del carro que conducía Sequeira, que era propiedad de Natalio
Vergara, los restantes, al igual que la carreta, eran propiedad de sus
conductores.-
CUANDO LA
LETRA SE TRANSFORMA EN SANGRE…..
En “El Alegre”, hubo tres homicidios registrados. Uno de
ellos por arma de fuego y los restantes, causados por armas blancas.-
Además, en las cercanías del paraje, hubo dos suicidios. El
primero de ellos, se desconoce el motivo y fue a causa de asfixia por inmersión.
Lo protagonizó una vieja vecina de la zona de la Cañada Grande , quien
aprovechando las sombras de la noche, se arrojó a las aguas de un profundo pozo
de balde.-
El segundo de ellos (en la misma zona) fue a causa de arma
blanca, cuando un hombre ya maduro, decidió terminar con su vida y se cortó las
yugulares al pie de una cachimba, cayendo para el interior de la misma. Se
supuso que había tomado tal determinación, ante los reiterados y conocidos
engaños de su pareja.-
A uno de los homicidios, me voy a referir en especial.-
Ramón Fernández, residía en Vergara, pero era carnicero
rural en la zona de “El Alegre”, donde además tenía a Indalecio y a Beltoldo
Fernández, que eran de su parentela.-
E. S. (manejo solo iniciales del nombre y del apellido, por
respeto a la descendencia y demás familiares del homicida), mayor de edad, vivía
en la zona mencionada y era peón de campo de Juan Obiaga, el dueño de la
estancia “La Totora ”.
Y que luego compraría toda la heredad, donde se asentaba “El Alegre”.-
E.S. tenía rancho,
mujer y gurises y se contaba entre los clientes de Ramón Fernández. Éste,
entregaba los pedidos de carne en los ranchos y al mes, pasaba a cobrar. Como el
hombre se atrasó un poco en el pago, Ramón, quien no sabía escribir le pidió a
la esposa que redactara un billete, más o menos con el siguiente texto: “Para E.S.
: Mandame cuando puedas unos pesos para la cuenta tuya, que estoy precisando
para comprar unas vacas para carnear, porque me salió un negocio. Espero tus
pesos así vos, tu familia y yo, tenemos
carne para todo el invierno.
Saluda tu amigo Ramón Fernández”.-
Hecho y leído en voz alta por la esposa del carnicero, el
billete fue llevado a las manos del destinatario por otro peón de Obiaga.-
Pasaron unos días y Ramón, tuvo que viajar hasta “El Alegre”
por motivos no especificados. En ese viaje
que hizo, la esposa de Beltoldo, su sobrino, le pidió que le “atillara” unos
piques en la hectárea de campo que ocupaban.-
Accedió a tal cosa y en eso estaba, con un hijo de 9 años,
cuando por el camino apareció a caballo el hombre al cual le había destinado el
billete.-
El niño, al verlo le manifestó al padre:- Mirá papá ahí
viene E.S. a caballo derecho a nosotros…..
-
Bueno mijo, lo más probable es que me va a entregar
algunos pesos…Yo le mandé un billete pidiéndole plata y por eso debe de venir
pa acá…
Y al pretender incorporarse para recibir al paisano que se
acercaba, levantó su mano derecha para saludar y como respuesta, recibió de
callado, un tiro de revólver 32, que le atravesó el tórax y le provocó una
hemorragia interna, que se volvió letal…..
Detenido que fue el homicida y trasladado el finado al
cementerio de Vergara en un carrito de pértigo cinchado por un caballo, el Sr.
Juez de Paz Vicente Rivero, interrogó al homicida:
-
Qué pasó que lo mató al Sr. Ramón Fernández?....
-
Mire Señor Juez, lo maté una vez y lo mato cien veces
más, si tengo que matalo…Por atrevido qu´ era….Me mandó un billete por otro
pión de Obiaga, onde yo soy empleao y me decía con letra del mismo “que si iba a acostar con mi mujer”…….
El Señor Juez, miró
al hombre de rostro ceñudo y estatura regular, que se mantenía firme en su
posición. Interrogó:
-
Usted sabe leer?
-
No señor Juez,
no sé ler….
-
Y cómo sabe que
el finado le mandó decir eso?
-
Bué y otro pión
leyó el billete y me dijo que mandaba decir eso….
El Magistrado hizo
llamar al otro peón y una vez en su presencia:
-
Usted, leyó el billete al señor?
-
Sí señor Juez…Juí yo que leí el billete…
-
Y qué decía el billete?
-
Bué y que el finao “siba acostá con la mujer desti
hombre”…y señalaba al homicida con su mano….
El Sr. Juez Rivero,
sacudió la cabeza y volvió a mirar al interrogado:
- Usted sabe leer?
-
Le viá decir la verdá Señor Juez. No sé ler….apenas
deletreo las palabras…Y pa mí decía bien clarito “que el finao siba a acostar
con la mujer desti hombre”…..Y bué y eso jué lo que dije pa él ¡!....
Ni que decir que E.S.
marchó a la Cárcel
por un lote de años. Y que sus hijos, varones y mujeres, tuvieron que ser repartidos
entre los familiares para ayudarlos en la crianza.-
Según el libro “El Solar Olimareño” de la autoría del Sr.
Luciano Obaldía Goyeneche, en el año 1894, la maestra Amalia Lecuna, dictaba
clases en la Escuela Nro.
14, sita en el paraje “Corrales” del Departamento de Treinta y Tres.-
Ahora bien, como esa misma Escuela años después aparece en
“El Alegre”, mi abordaje se enfocó al objetivo de que en primera instancia no
había dudas que era el mismo local escolar y que había comenzado a dar sus
primeros pasos en ese año de 1894.-
Pude establecer que la misma, había comenzado a funcionar en
un galpón de la estancia de los esposos: Doroteo Mier y Agustina Olmos
(justamente, sobre el paraje “Corrales del Parao”), donde luego compró Eulalia
Viviana Cajarville de Pereira.-
Posteriormente, se trasladó para un rancho de terrón y paja,
ubicado más o menos frente a la estancia de Lopepé (antigua estancia de Elisa
Furest de Carriquiri), en dirección hacia el paraje “Cañada Grande” y en la
zona Noreste del croquis dibujado.-
Lamentablemente, la Inspección de Escuelas de Treinta y Tres no
cuenta con mucho material al respecto y por ello, tuve que valerme de versiones
orales encontradas entre dos personas que al mes de marzo del 2015, frisan: una
los 85 años de edad y la otra los 94 años.-
Ellos, en el año 1938, aproximadamente, conocieron los
vestigios del local escolar frente a lo de Lopepé y recuerdan por los menos dos
perales, que estaban plantados al fondo de los ranchos.-
Para antes de la década de 1930, la Escuela Nro. 14, se cambia por
tercera vez, para el ingreso “al Centro” de “El Alegre”, dentro de la
superficie tomada como tal y debidamente identificada en el croquis
mencionado.-
Eran dos ranchos de paja y terrón, que formaban una “L” y
que viniendo desde la Ruta
18, en dirección hacia el Este (Estancia de Isidro Mederos), quedaban unas
cuadras más adelante de la casa que ocupaba Basilicio Cuello.-
Sus vecinos más próximos eran: Julián Mariño Caraballo y “Cafoy”
Pereira.-
Según fotos que tengo a la vista, uno de esos ranchos tenía
las paredes encaladas. Era el que servía de local escolar y contaba con dos
pequeños salones, y dos puertas ciegas, de madera de lapacho, que daban hacia
el Oeste.-
Al medio de las puertas y en la parte superior de la pared, se
ubicaba el Escudo Nacional.-
La asistencia fue considerable, oscilando en un promedio de
unos 20 a
25 niños, entre varones y mujeres, donde reunía además de “El Alegre” los
parajes “Cañada Grande”; “Corrales del Parao” y “La Totora ”.-
En ese lugar dictaron clases, las Maestras Directoras: Ana
Yacovazzo de Batalla y luego, Clotilde Cardozo de Mariño.-
La primera de ellas, esposa de Donato Batalla (que fue de
los primeros que tuvo “auto de alquiler” en Vergara), vivía en el rancho
contiguo a la Escuela. Mientras
que la restante, esposa de Felipe Mariño, como ya vimos anteriormente tenía su
hogar en uno de los tres ranchos que estaban más próximos a la estancia de
Isidro Mederos.-
Felipe Mariño, aficionado a las correrías de liebres por los
campos tenía 3 perros galgos: “Medellín”; “Maripa” y “Muso” respectivamente.-
Se conoce con certeza que en el año 1941, llegó como Maestro
Director de la Escuela Nro.
14, Secundino Freitas Artés.-
Era nativo del Departamento de Florida, tenía 30 años de
edad y había obtenido su título de Maestro el año anterior, en la ciudad de
Montevideo.-
Freitas Artés, quien contaba con unos 20 alumnos entre
varones y mujeres, pernoctaba en la casa de Genaro Vaz, en el paraje “La Totora ” distante de la Escuela hacia el Noreste,
unos 3 kilómetros
aproximadamente.-
Todos los días cubría 6 kilómetros a
caballo, en el trayecto normal de ida y vuelta y entre otras cosas, tuvo con
luchar con el prejuicio de ser “maestro joven y varón” (muchas niñas no las
dejaban ir a la Escuela )
y con el “portunhol”, que a raíz de las descendencias, estaba bastante impuesto
en los hogares del paraje.-
Posterior al año 1941, el maestro se traslada para la Escuela Nro. 27 sita en la “Cañada
del Brujo” y ahí se diluye la referencia física de la Escuela de “El Alegre”,
encontrándose que para el año 1944, la misma ya estaba clausurada.-
Posteriormente, sería reabierta y trasladada por cuarta vez
a la Colonia
“Dionisio Diaz” en los aledaños de Treinta y Tres, donde actualmente, está
afincada, con el mismo número que siempre la caracterizó.-
Es de hacer constar, que las Maestras: Yolanda Yacovazzo de
Batalla en el año 1944, dictaba clases en la Escuela Nro. 48 de Cerro Chato
y Clotilde Cardozo de Mariño, en el mismo año, dictaba clases en la Escuela Nro. 30 de la “Colonia
Jefferies”.-
Ya había comenzado el éxodo de algunas familias de “El
Alegre” para el Arrozal 33, donde los salarios conquistaban, había demanda de
trabajos fijos y de trabajos zafrales, existía una Escuela, un comercio bien acondicionado
y otras comodidades básicas, donde era más sencillo y más llevadero, establecerse
con la familia.-
El ocaso inevitable del rancherío de “El Alegre”, estaba
decretado….
“O YINCA PAROU-SE BEM LOUCO”…
Había cumpleaños, en el rancho de Claro Melgarejo.-
Peón de estancia, tropero y dueño del tostado “marchador”,
llamado “Yaraví” y que tenía una mano y la frente de color blanco.-
Ese rancho grande, con galpón incluido, quedaba bastante
cerca del arroyo Corrales del Parao. Era el más lejano del núcleo central de
“El Alegre” y desde allí, se divisaban nítidamente y en dirección Sudeste, la
estación de AFE “Bañado de Oro” y la estancia que fuera propiedad del General
Basilisio Saravia. En dirección, Suroeste (costeando el Corrales hacia la Ruta 18), se distinguían las
casas de Eulalia Cajarville de Pereira.-
La solidaridad y la amistad entre los vecinos del paraje y
sus cercanías, estaba siempre presente.-
Mientras la esposa e hijas de Melgarejo, barrían el piso del
galpón y ultimaban los detalles para la fiesta, allá iba Beltoldo Fernández, de
golilla colorada, montando su caballo tuerto, de pelo bayo, con el acordeón de
dos hileras, a “los tientos” y en el interior de una bolsa de arpillera.-
Mientras que desde Vergara hacia “El Alegre”, por la vieja
Ruta 18, viajaban en un sulky color azul, tirado por un caballo tordillo, de
nombre “Yinca”, Orfilia González y Darío Saravia, que era un adolescente de
unos 15 años de edad.-
Al costado del vehículo, montando un caballo colorado, lo
hacía Basilicio Cuello.-
Basilicio (que era descendiente de brasileños venidos de la
zona de Arroio Grande –R.G.S.), desde hacía tiempo estaba casado con Ana
Orfilia González, quien en 1890, había nacido en la ciudad de Yaguarón
(Brasil).-
La pareja, no tuvo hijos. Sin embargo fueron padres de
crianza de: Dinarte Cruz, de Darío Saravia, de José María Fernández y de
Anacleta Santos, entre otros gurises más.-
Estaban radicados a la entrada de “El Alegre”, donde
Basilicio tenía campos de su propiedad. Y esa tarde, llevaban desde Vergara,
las losas y demás utensilios necesarios para el cumpleaños que se realizaría en
lo de Melgarejo.-
Jamás pudieron discernir que ocurrió en aquella cristalina y
apacible tardecita de noviembre. Solo podían rememorar que al llegar al badén
de “La Totora ”,
imprevistamente el caballo tordillo bufó asustado, se paró de manos e intentó
disparar con el sulky de tiro.-
Basilicio, logró controlarlo como pudo. Sin embargo, la
carga de losas, se desacomodó con el bamboleo y se estropeó. Mientras que
Orfilia, caía al suelo, dándose unos golpes leves, sin llegar a lastimarse.-
El adolescente, ágil como un gato montés, saltó para afuera
del rodado sin provocarse ninguna lesión.-
Cuando todo pasó y antes de que reiniciaran la marcha con
tristeza por lo que había ocurrido, Orfilia, ya repuesta de los golpes sufridos
solo decía en su portugués natal: - Nâo sei que aconteceu….. Só sei que o
Yinca, parou-se bem louco….
INFLUENCIAS
DE UNA ÉPOCA PASADA….
Mientras hurgaba en el pasado de este paraje y en sus
alrededores, también fui estudiando los diversos nombres de sus gentes y las
palabras del idioma “portunhol”, que utilizaban a diario, para expresarse.-
Sin olvidar en este momento que por ejemplo, era común decir
entre los más antiguos, que el apellido “Melgarejo” (que había varios en esa
zona), tenían ascendientes que eran guaraníes.-
No hay duda que muchos nombres fueron extraídos del santoral
católico que estaba de manifiesto en los almanaques. Por ejemplo: Ana (Núñez de
Fernández) y Ana (Barreto de Melgarejo); Ascención (Sequeira Fagúndez); Bernardina (Silvera); Bernardino (Vaz); Calasan (López); Carlos Borromeo (Cuello); Carlos
(Sequeira); Cirilo, Ignacia y Antonia (Aparicio); Conversión (Melgarejo); Claro
(Melgarejo); Clotilde (Cardozo); Diego (Pereira); Eusebio (Sequeira); Eulogia (Melgarejo);
Eulalia (Cajarville); Evergisto (Fernández); Genaro (Vaz); Gil (Techera);
Julián (Pereira Melgarejo); Margarita (Silvera Fernández); Ramón (Cuello das
Neves); Salvador (Silvera); Tomás (Barrios); Quintina (Oxley); Urbano (Batalla)
y Visitación (Techera).-
Cuatro nombres de los que me ocupé especialmente: 1)
Beltoldo Fernández 2) Conversión Melgarejo de Fernández 3) Visitación Techera de Aparicio y 4) “Cafoy”
Pereira.-
El primero de los nombres, es muy probable que haya surgido
de influencias italianas llegadas al Brasil y en ese caso es “Bertoldo”.
Aunque aquí prima la forma en que fue anotado en el Registro Civil y por
consiguiente como pronunciaban el nombre él o la progenitora.-
“Conversión”: es aquella práctica religiosa que una persona la
adopta como propia, en la comunidad de creyentes a la cual se incorpora.-
Conversión Melgarejo, era la esposa de Beltoldo Fernández.-
“Visitación”: según el santoral católico, coincide con la fecha
31 de mayo “Visitación de la
Virgen María ”….
En este caso, Visitación Techera, era la esposa de Cirilo
Aparicio.-
Y el seudónimo, vuelto nombre a la fuerza de: “Cafoy”,
suena muy extraño entre una generación de paisanos y paisanas, que formaban un
pequeño mundo, en la campaña oriental. No está en el santoral católico de la
época, ni tampoco lo encontré en el libro “La
Vida Rural en el Uruguay” del Dr. Roberto
J. Bouton.-
Atendiendo a influencias del portugués, podría ser: “Cá-foi”,
que en idioma español se traduce como: “Aquí fue”….”Aquí estaba”…
O también podría ser: “Gafoy” aludiendo a un pueblito de 298
habitantes, en “La Coruña ”
(Galicia- España), donde aun pueden encontrarse gentes con el apellido
Pereira.-
Como ya lo manifesté anteriormente, su nombre era Primitivo,
aunque todo el mundo siempre lo nombró por “Cafoy” Pereira.-
Otro nombre que merece destacarse en la zona: Flor
de Selva Fernández Melgarejo (hija de Beltoldo y de Conversión), quien
en Vergara fue nuestra amiga, que tenía el oficio de “vencedora” y a quien le
llamábamos simplemente “Doña Selva- la de Santana-”,
en alusión al esposo: Modesto Santana Silvera.-
No hay que olvidar, que Ana Orfilia González (la esposa de
Basilicio Cuello) era brasilera y que los Sequeira, los Pereira, los Fernández
y los Cuello, específicamente, también descendían de progenitores de Río Grande
del Sur (Brasil) que lógicamente y de alguna forma, implantaron sus
características idiomáticas, propias de las tierras “gaúchas”.-
Pude detectar las siguientes palabras que pertenecen al
“portunhol”: “A la maula”!(expresión de sorpresa); “ué”! (expresión de admiración); “abóbra” (zapallo); “abombao”; “acalambrao”; “alpedo”
(al santo botón); “amagar”; “amolar” (molestar); “andaso” (virus que contamina
a varias personas); “aruera” (árbol que a muchas personas les produce alergias
cutáneas); “atariao” (con mucho que
hacer) ; “atorá” (partir al medio); “angurriento” (que come mucho); “bagual”
(caballo todavía no domado); “bajoniao” (decaído); “balaca” (lleno de
estilo); “bibóca” (lugar de acceso difícil);
“bishera” (porquería); “bolaso”
(disparate); “caboclo” (descendiente de indio o también especie de avispa); “cafañoto” (langosta); “cambueta” (persona de piernas arqueadas); “camperiar”
(trabajar con el ganado); “canyica” (mazamorra); “cascarria” (persona
despreciable); “cascudo” (escarabajo); “catinga” (hedor); “cuchilar” (hacer la siesta); “changa”
(trabajo transitorio y en tareas menores); “chirusa” (mujer de costumbres
groseras); “choclo” (mazorca de maíz); “cordiona” (acordeón); “corpiño” (sostén
que usan las mujeres); “curinga” (comodín de la baraja); “cusco” (perro pequeño y de raza
ordinaria); “don” y “doña”; “fasero”
(contento, alegre); “festichola” (fiesta entre amigos); “garnizé” (raza de
gallinas chicas cuyos gallos son muy peleadores); “inshume” (hinchazón);
“jodido” (estropeado, enfermo); “ladiao” (inclinado para el costado);
“lagartiar” (descansar al sol); “marreco” (especie de pato); “matiada” (tomar mate); “mogango” (zapallito-
calabacín); “mormaso” (calor intenso); “murriña” (mal olor); “naco” (pedazo); “noyento” (asqueroso); “nicle” (cambio en
monedas); “pajonal” (bañado extenso); “pamentero” (que hace aspavientos); “patiyudo”
(harto, aburrido, cansado); “plasta” (perezoso, lento); “penca” (carrera de caballos); “pife” (juego
de naipes, parecido a la conga); “pingando” (cuando la lluvia empieza a
gotear); “proziar” (charla); “raye”
(locura); “sabugo” (mazorca de maíz sin
granos); “toco” (pedazo corto y grueso de madera); “tremura” (ansiedad,
temblores); “tutano” (tuétano), “viso”
(enagua); “yararaca” (mujer fea,
habladora, intrigante o víbora muy venenosa de Río Grande del Sur).-
Casado con Nicomedes Téliz, quien en realidad era hija
natural de Aquiles Fernández (el que le dio la movida al “Zurdo” Ramos),
Calasán López, que hablaba con un ligero acento nasal, cuyo padre se llamaba
Octaviano y vivía en Vergara, era un paisano más dedicado a las faenas rurales
y especialmente a las tropeadas. Así, era reconocido en la zona.
Además, se daba maña para hacer ciertos trabajos en
carpintería y mientras iba y venía cepillando tablas y metiendo escoplo, cantaba
viejas letras de los trovadores gauchescos.-
Era muy amigo de mis mayores y cuando en las charlas
familiares se le recordaba, siempre salía a la luz, aquella anécdota de la
caída del rayo….
El mismo le contó un día a Basilicio Cuello, que en su
rancho ubicado al costado de un ombú y detrás del que ocupaba la maestra
Clotilde Cardozo de Mariño, una noche terrible de tormenta eléctrica y lluvias,
un rayo “los había visitado” en la pieza que utilizaban para dormitorio.-
Estaba acostado junto a su esposa, sin poder conciliar el
sueño, escuchando impotente el fenómeno que se abatía y en determinado momento,
una lengua de fuego acompañada del infaltable “chasquido”, lo dejó sentado, en
el medio del lecho matrimonial.-
Impávido junto a su esposa, alcanzó a ver, que un vislumbre
agorero se daba de lleno contra los pies de la cama…
Según su relato: “La cama que le compré pa la brasilera (así
le llamaba a su esposa) es toda de bronce….toda de bronce, don Cuello….Y el
rayo vino a caer a los pies e la cama, vio?...Y ella se despertó tamién y solo
dijo: “Santa Bárbara”….pero todo bía pasao ya…Todo bía pasao…Y valga la suerte,
que el rancho no agarró fuego, porque si no, con qué nos salvamos?...Eh?...Con
qué nos salvamos don Cuello?...Bíamos muerto quemaos los dos…Que Dios no
permita….Porque dicen los antiguos que el rayo, si no es con fuego hecho por
uno mismo, l´agua de la lluvia no lo apaga….Ah no lo apaga no…...
EL
INEVITABLE FIN DE “EL ALEGRE”
En el año 1934, había arrancado el “boom” del Arrozal “33” , sito en las Costas del
Ayala (Tercera Sección del Departamento de Treinta y Tres).-
Lentamente, algunos hombres maduros y otros muchachos del
paraje, comenzaron a irse del caserío y a conchabarse como peones del arrozal, oficiando
de: “rancheros”, “quinteros”, “serenos”, “pateros”, “boyeros”, “caballerizos”, “carreros” con carreta con bueyes y carros con
caballos. Por supuesto que estaba la tarea que más rendía en el plazo de unos
cuatro meses por año, que era la de cortar el arroz a hoz. A puro brazo,
adentro de las chacras….
La migración, se hizo notar.-
Por el año 1945 aproximadamente, don Juan Obiaga, que ya
tenía la estancia “La Totora ”,
adquirió esas 295
hectáreas donde estaban esparcidos los ranchos de “El
Alegre” y por medio de don Guillermo Terra Gallinal, entregó el dinero que
correspondía, a quienes aun quedaban allí.-
Ahí sí, definitivamente, cargaron los pertrechos que tenían,
sacaron las puertas y ventanas de los ranchos y buscaron otros rumbos, “a pata
de buey”….
Como un extraño conjuro de la naturaleza, poco tiempo atrás
una especie de “tornado” se había abatido sobre la zona y a varios de los
pobladores del lugar, les levantó techos y les dañó varios trozos de ranchos.-
En el caso específico de la vivienda de Diego Pereira, le
levantó el techo del galpón-habitación y una de “las tijeras” del mismo, le pegó
en la cara, sin llegar a herirlo de consideración, pero en ese caso le dejó una
cicatriz para siempre.-
Mientras los hijos se desparramaban, Beltoldo Fernández-
Conversión Melgarejo; Claro Melgarejo- Ana Barreto; Francisco Sequeira- María
Cuello; Eusebio Sequeira - Sofía Fagúndez; Ramón Cuello- Quintina Oxley y Gil
Techera- Albertina Becerra, se vinieron para Vergara, donde compraron terrenos
y poblaron con ranchos.-
También se vino para Vergara, Nolberta Fernández con sus
hijas e hijo menor.-
Unos, lograron jubilarse. A otros, les otorgaron la Pensión a la Vejez.-
Y Beltoldo Fernández, quedó ciego -según sus familiares- a
consecuencia de la caída de un rayo, del tiempo que residía en “El Alegre”. De
todos los pobladores antes nombrados, era el único que percibía la Pensión de “Servidores de la Patria ”, dado que en 1904
había salido a la revolución, con las fuerzas gubernistas del Coronel Basilisio
Saravia.-
Calasán López-Nicomedes Téliz; Indalecio Fernández-Anita
Núñez y Julián Mariño, se fueron para la zona de “La Calavera ” (Cuarta Sección
de Treinta y Tres).-
Años después (promediando la década de 1950), Indalecio
Fernández, falleció en una chacra que había comprado en Vergara y su entierro,
se constituyó en el de la última persona que fue llevado de a pie hasta la
necrópolis local.-
Santos Pereira- Eulogia Melgarejo, se fueron a vivir a un
campo en la zona de Corrales del Parao (Novena Sección de Treinta y Tres),
pegado al que ocupaba Froilán Ramos.-
Diego Pereira-Margarita Silvera; se fueron para la zona del Arroyo
Zapata (“Puesto Blanco”), en la Tercera Sección del Departamento de Treinta y
Tres.-
Urbano Batalla- Segunda Silvera, se fueron para la estancia
de un Sr. Saravia en el paraje “Los Porongos” (Segunda Sección de Treinta y
Tres) y Salvador Silvera y sus hijos e hijas mayores, se fueron a trabajar como
medianeros en chacras, en el Arrozal “33” .-
“Cafoy” Pereira- Petrona Caballero y la “Chola” (una gurisa
que criaban), se fueron a vivir en la estancia de don Carlos Oribe (Novena
Sección de Treinta y Tres).-
Atrás quedaron los ranchos, mudos de ausencia, con los ojos
perdidos y las bocas abiertas.-
Poco después, por orden de Obiaga, voltearon las paredes de terrón,
les prendieron fuego a las maderas y a los techos de paja, sacaron algunas
latas o chapas de zinc que pudieran ser utilizables, les tocaron fuego y los
borraron definitivamente de la geografía verde y luminosa.-
Pero los rastros, quedaron tendidos sobre el lomo del campo…No
los pudo borrar el fuego….Y los nombres y los apellidos de los pobladores,
quedaron depositados en las memorias más
persistentes.-
A más de 80 años de distancia, aunando datos, fotos y recuerdos,
logré darle vida a un rancherío, a un poblado, a una cuasi leyenda, del Uruguay
profundo.-
Es el momento en el cual, las letras se vuelven tiempo. El
olvido desaparece. Y la satisfacción íntima de haber logrado un objetivo, procura
tener la misma energía, la misma sencillez y el mismo silencio, que tienen las
almas piadosas.-
PD: Agradecimiento a las siguientes personas: Amado Cuello
Silvera (fallecido antes de culminarse este trabajo); José Amado Cuello Silva;
Carlos Sequeira Cuello; Elma Machado Silvera; Julio Toribio; Isidro Peña Silva;
José María Fernández Muniz; Luis Larronda Fernández; Sofía Cuello Oxley;
Aladino Lima; Valoy y Elsa Batalla Silvera;
Constancio Moreno Cidade; Ana Moreno
Rosas de Lemos; Selva Santana Fernández de Mier; Ana Luisa Sosa Lacco, Olga
Pereira Silvera y Palmira Alza Pereira.-
Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 17 de noviembre del 2016.-
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